No es tiempo de luchar, no es momento para tí de estar en la trinchera. Te toca intentar disfrutar de tu puerperio hermoso y merecidísimo, maternar con todo el placer que puedas para aminorar la huella de este susto que vivimos a base de hablar con tu bebé, de dar besos, mordiscos, y acurrucarte horas y horas a su ladito.
Por Esther Ramírez Matos, psicóloga perinatal y terapeuta familiar
Son los últimos días de tu embarazo, aquellos que imaginabas idílicos tocando tu panza y haciendo bromas sobre cómo colocarte porque no estarías cómoda en ningún sitio. Imaginabas que podrías ir tranquilamente a ese hospital que con tanto mimo habías elegido.
Sin embargo, te toca parir en tiempos del pánico, tienes miedo cuando se suponía que debías tener felicidad y confianza. Llega el momento más esperado después de tu embarazo, el instante en que verás a tu bebé por fin. Tu criatura nace y si los dos estáis sanos os dejan juntos, respiras al fin.
Todo es normal, tu pequeña familia se va a casa y empieza la fiesta.
El puerperio es una etapa de vulnerabilidad, en la que subir y bajar emocionalmente puede ser habitual, en la que se pueden transitar diferentes estados de ánimo en un solo día y en la que sobre todo, se necesita sentirse apoyada para poder sostener con éxito al nuevo bebé.
El primer sistema de apoyo que tenemos cuando estamos en posparto es nuestra pareja, tras ella la familia de origen e inmediatamente después el conjunto de sistemas sociales que nos acompañan y cuidan.
Cuando en momentos como el que vivimos actualmente estos sistemas están lejos, como es el caso de los familiares, no tenemos posibilidad de estar a su lado, por confinamientos como el que impera en este momento, y cuando el sistema social está sacudido, asustado, impactado y fundamentalmente atemorizado, todo esto nos llega y nos afecta. Si además la persona que lo vive está atravesando un puerperio y tratando de sostener a un bebé, la situación se torna altamente complicada.
Si es tu caso, si eres una madre reciente y tienes cada día y cada noche que cuidar a tu criatura, cuida de ti también. Te animo a que te protejas no solamente quedándote en casa, sino estando atenta a lo que entra en tu hogar, las noticias, los mensajes, los audios, las conversaciones, para que elijas conscientemente aquello que te hace bien, lo que te da energía y fuerza para tu momento.
Soy consciente de que, en estos tiempos, lo que menciono es casi una heroicidad, que no vivir el miedo es sencillamente difícil. Pero recuerda que tú eres afortunada, que tú y tu bebé podéis estar inundados de oxitocina y de momentos de tranquilidad y amor constantes que te llegan a través del vínculo con la criatura.
Si puedes, disfruta, intenta no perderte entre las redes y las estadísticas, procura aislarte del mundo exterior y vivir en tu tiempo lento, húmedo, calentito y balbuceante.
Querida madre puérpera, deseo de corazón que puedas hacerlo, que te olvides un poco del mundo y construyas el vuestro propio dentro de tu cueva. Ese espacio íntimo y único que hacéis entre vosotros dos puede ser un lindo amortiguador en estos tiempos de caos, puedes aislarte sin culpa. No es tiempo de luchar, no es momento para ti de estar en la trinchera. Te toca intentar disfrutar de tu puerperio hermoso y merecidísimo, maternar con todo el placer que puedas para aminorar la huella de este susto que vivimos a base de hablar con tu bebé, de dar besos, mordiscos, y acurrucarte horas y horas a su ladito.
Feliz encierro puérpero.
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